Elefante gordito
TEMAS:Amistad, Bendiciones, Compartir MATERIALES (opcional):Ponga objetos como aparecen en la historia: DURACIÓN:Aproximadamente 10 minutos |
“Oye oso,” dijo el hipopótamo. “Me gusta vivir así. Comer un snack grande y luego dormir por un rato. ¿Y tú?”
El oso contestó, “¡Yo también! Pero a veces me gusta caminar un poco en la jungla para buscar un campamento para asustar a la gente. ¡Es divertido! Ellos gritan y corren lejos. Luego voy por el resto de la comida. Puedes obtener un snack bueno de esa manera.”
Luego vieron que un elefante no tan grande vino hacia ellos. El oso se dio cuenta que había algo diferente acerca del elefante.
“¿Oye, qué traes ahí?” Le preguntó el oso.
El elefante se volteó para ver al oso y dijo, “o, no es nada, solo una cubeta. Lo lleno con agua del río para que donde quiera que vaya, siempre puedo tener una provisión de agua fresca para beber.”
“Mmmm,” dijo el hipopótamo. “Eso es inteligente.”
Pero el hipopótamo y el oso pensaron que era algo raro porque el río no estaba tan lejos de la jungla.
Si, ese elefante si que era raro. Mientras siguió caminando el elefante, vio un pincel. “Esto me podría ayudar a bañarme en el río”, pensó el elefante. Lo alzó y siguió caminando con su cubeta llena de agua y con el pincel.
Mientras siguió caminando hacia el río para bañarse y para usar el pincel nuevo, vio una cobija colorada puesta sobre un árbol. “Esto sería bueno para ayudarme cuando hace frío,” pensó. Pero él sabía que nunca hacía frío en la jungla. Pero él quería estar preparado por si acaso. Se puso la cobija en su espalda y siguió caminando con su cubeta llena de agua, con su pincel y con la cobija colorada.
Cuando estuvo más cerca al río, vio cuatro almohadas acojinadas inclinadas en un árbol. “Estas almohadas me serán útiles cuando quiero encontrar un lugar para acostarme.” Puso las almohadas debajo de la cobija y cuando hizo eso se dio cuenta que se veía un poco gordito. Pero siguió caminando pero con más dificultad con la cubeta llena de agua, un pincel, una cobija colorada y cuatro almohadas acojinadas.
Eso fue cuando vio una silla pequeña. “Puedo dejar que mis amigos se sienten en esta silla cuando vienen a visitarme,” pensó el. Así que puso la silla encima de la cobija y siguió caminando con la cubeta llena de agua, el pincel, cuatro almohadas acojinadas, una cobija colorada y una silla pequeña. Finalmente llegó el elefante al río donde esta nadando una jirafa grande.
“¿Por qué estás cargando todas esas cosas?” preguntó la jirafa.
El elefante explicó la razón por cargar la cubeta llena con agua, el pincel, las almohadas acojinadas, la cobija colorada y la silla pequeña. La jirafa solo podía reírse. “¡Tu eres un elefante! No necesitas todas esas cosas. Además, te hacen verte como un elefante gordo. Ni puedes correr o jugar cargando todas esas cosas.”
“Puedes reírte cuanto quieras,” contestó orgullosamente el elefante, “pero veremos quien está riéndose cuando tengas sed o cuando sea noche y es tiempo para ir a dormir.”
Así siguió para el elefante gordito. Los animales seguirían riéndose y burlándose de él cuando caminaba por la jungla. Pronto, trató de estar lejos de todos. Un día, cuando no estaba poniendo atención, se acercó demasiado a un campamento. Un niño pequeño le preguntó si podía usar su cubeta, pero el elefante le dijo que no y se volteó. Luego una niña le preguntó si pudo usar su cobija. El la miró y se veía que tenía frío, pero le dijo que no y siguió caminando. Luego vio a un hombre viejo que parecía estar cansado y le preguntó que si podía usar su silla pero dijo que no. ¡No! ¡No! El elefante fue tan irritado de que todos querían usar sus cosas así que decidió pintar una señal con su pincel que decía, “Déjenme en paz.” Desde ese tiempo, los animales y la gente lo dejaron en paz.
Al principio estuvo bastante solo, pero se acostumbró a no ser pedido a prestarles a otros sus cosas. Mientras pasaron los días, el siguió encontrando más cosas y los puso debajo de su cobija. Ahora se veía muy gordo y no podía correr. De hecho, casi ni podía caminar.
Un día, el Circo de Locuras mandó a algunos recogedores de animales a que fueran a la jungla. El circo necesitaba algunos animales para su exposición. Y pasaron solo unos minutos cuando encontraron al elefante gordo. Uno de los recogedores de animales dijo, “Este sería muy bueno para el circo. Mira, ya tiene una cobija envuelta y mira todas las cosas que trae.”
El elefante trató de correr pero estuvo demasiado lento. No quería soltar sus cosas así que lo atraparon y lo pusieron en una jaula.
“¡Déjenme salir!” gritó. “No estoy gordo. Solo son las cosas que estoy cargando.” El elefante estuvo triste y pensó, “yo hubiera podido escapar si no fuera por todas las cosas pesadas. ¿Qué debo hacer ahora? No quiero estar en una jaula.”
Eso fue cuando el niño y la niña de antes caminaron cerca de él y lo vieron. El niño se empezó a reírse y la niña gritó “¡BOO!”
De repente el elefante saltó y todas sus posesiones cayeron al piso. Luego empezó a llorar.
Los niños se miraron. “Tu eres un elefante triste pero chistoso. Hubieras podido escapara. Sin todas esas cosas, no eres tan grande. De hecho, puede escaparte de esas barras que están curvadas. Vete, trata de escapar.”
El elefante no estaba seguro pero lo trató de todos modos. Los niños gritaron, “¡Vete! ¡Vete! ¡Vete!”
Sin la cubeta llena de agua, sin el pincel, sin las cuatro almohadas acojinadas, sin la cobija colorada y sin la silla, él no era tan grande y pudo escaparse fácilmente. Él también pudo correr rápidamente. Movió su cola para darle gracias a los niños pero no quiso darse la vuelta para no ser atrapado de nuevo. El regresó a la jungla con sus amigos y de nuevo se sintió seguro y sobre todo, a salvo
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EL FIN
Moraleja de la historia:
No es malo tener cosas, pero al ser egoísta con ellas no es bueno. Dios nos bendice con muchas cosas pero Él también quiere que compartamos lo que tenemos con los necesitados. Las cosas no pueden hablar, jugar ni abrazarte. Cuando no queremos compartir, la gente no quiere estar a nuestro alrededor. Sin el amor de otros podemos sentirnos que estamos en una jaula donde nadie puede alcanzarnos.